LA SEXUALIDAD Y EL VÍNCULO
AMOROSO
La
sexualidad ejerce en la vida corporal y psíquica de los sujetos humanos, por
ello no debe ser entendida como una
manifestación instintiva si definimos el instinto, siguiendo a la
etología, como una pauta genéticamente heredad de comportamiento propia de una
especie animal, con pocas variaciones de un individuo a otro de la misma
especie y desarrollada en una secuencia temporal poco susceptible de ser
perturbada.
La
sexualidad debe entenderse, como una manifestación de la pulsionalidad tal como
lo destaca Freud en su obra, lo que le ha permitido descubrir la sexualidad
infantil y su incidencia en el desarrollo psíquico normal y patológico.
El
proceso instintual podríamos recurrir a los términos afines al concepto de
pulsión como lo son la fuente, el empuje, el objetivo y el fin, comprendiendo
que el proceso que lleva a la satisfacción de la necesidad instintiva tiene su
fuente en desequilibrios orgánicos que generan un empuje, una tendencia hacia
un objeto que es el que restablece el equilibrio somático, lo que constituye su
fin.
Pulsión
es un concepto cualificador porque indica que la pulsionalidad sexual en el
hombre, a diferencia de otras especies animales, posibilita que no solo el
objeto generador de placer puede cambiarse, sino que la direccionalidad sexual
puede variar adquiriendo características singulares en cada individuo en
función a la educación, proceso en el que tienen significativa importancia las
dinámicas identificadoras, de manera que
la pulsión misma puede ser modificada cualitativamente y, por cierto, sin que
el individuo y la especie humana desaparezcan.
El
instinto, fundamento del impulso conductual animal, se organiza en función de
la continuidad necesaria del objeto, continuidad que desde nuestras categorías
subjetivas podemos aprehender por el desarrollo de la cualidad “consciencia”,
sistema que posibilita el acceso al tiempo como dimensión.
Las
pulsiones sexuales, al deslindarse del objeto cuya singularidad es reconstruida
en las diferentes etapas evolutivas de la vida del hombre, están instaladas en
un psiquismo cuya particularidad es transformar el tiempo.
La
teleonomía, es la capacidad de estar dotado de un proyecto que se representa en
sus estructuras y cumple en sus performances. La líbido, energía sexual, cuando
es rescatada de la dinámica represiva lucha contra los poderes desorganizantes
del dolor, la enfermedad, la muerte porque es el impulso subyacente de la
capacidad creativa de los hombres.
¿Por qué la
sexualidad es tabú?
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Si
aceptamos que la tarea del psicoanálisis es liberar el amor que se halla
reprimido no negarnos la ambivalencia constitutiva del hombre, el amor – odio que
subyace a toda conducta, sino reconociendo que el individuo se construye como
tal en la relación con la sociedad, es un producto de ella y de su historia
particular, lo que implica trascender el narcicismo original.
La
vida mide por la perturbación, no por la quietud que es resultante del
principio de nirvana. Vivir es transitar por la perturbación, entendido por
ello todo lo que limita el equilibrio.
Distintas concepciones
de la sexualidad
Han
existido civilizaciones que honraban la experiencia sexual como el bien supremo
de la vida y como vehículo místico en oposición a la concepción obscena y
secreta que la cultura judeo-cristina ha condicionado. Divinidades como Astarte
entre los fenicios, Cibeles entre los griegos, Rea entre los cretenses, eran
símbolos inequívocos del deseo y goce sexual y además divinidades maternas,
solo entendidas en su sentido generativo y protectorio, sin referencia a las
prohibiciones morales conexas con el miedo al incesto.
En
los ritos eróticos los jóvenes se unían al sacerdote o con el hombre que
hubieran elegido y ello constituía un homenaje rendido a la diosa.
Paralelamente las sacerdotisas se unían a los fieles de sexo masculino.
Los
hombres libres de tabú sexofóbico no sólo concebían a la sexualidad como algo intrínsecamente
divino y milagroso sino también como vehículo de experiencias milagroso sino
también como vehículo de experiencias místicas, como una vía para llegar al éxtasis.
Las
mujeres griegas no alcanzaron el estado de libertad y dignidad de las matronas
romanas en la época imperial, su única tarea era procrear, en todo lo demás su
actitud era pasiva y silenciosa. Los hombres de esa élite tan refinada y
evolucionada no experimentaron la atracción psíquica y física que es necesaria
para el desarrollo de un amor completo y profundo y ello dio lugar a la atracción
amorosa hacia los jóvenes más hermosos del mismo sexo por los cuales en general
sentían un amor espiritual. Las únicas mujeres que gozaban de un status y
educación particular eran las heteras.
La
cultura es entonces, la siguiente creativa que hace que los individuos se
constituyan cada vez más como seres humanos; uno de cuyos condicionantes es la
aceptación de que aquello que cada hombre define como realidad no es ni más ni
menos que la más explicita manifestaciones.
La
ética sexofóbica y su evolución
Al
lado de la concepción sagrada del sexo encontramos una contraria que considera
la unión de los cuerpos como una conducta pecaminosa, asociándola con la
vergüenza, la culpa, la repugnancia y el miedo, es en este sentido –tal como
postula De Marchi en el libro mencionado- que la designamos como ética
sexofóbica.
Al
internarnos en la historia de la cultura comprendemos que dichas concepciones
no contribuyeron a la constitución de un individuo sino a la escisión de él. Un
ejemplo de ello nos lo proporciona nuestra heredada moral tradicional, aun
cuando poco a poco admite rever sus postulados aceptando, por ejemplo, el
divorcio, el concubinato, las manifestaciones de homosexualidad.
La
moral es, heredera de la tradición y es el justificativo teórico que utiliza la
instancia prohibidora de la personalidad, el superyó, para imponer el sentimiento
de culpabilidad y viabilizar la aplicación de una pena.
La
ética es una cualidad del yo que se
desliga al abrigo de la conciencia de reciprocidad. La ética, a
diferencia de la moral, es una virtud, y las virtudes describen la fortaleza
del carácter que se adquiere en las experiencias vividas en relación con la alteridad,
y no una caprichosa imposición que desconoce la capacidad racional y electiva
que es característica de la humanidad como potencialidad a desarrollar. El factor
religioso la fuente de la ética y de las costumbres lo discernimos como el
fundamento de la concepción negativa de la sexualidad.
La
sexualidad es presentada como atributo típico y vergonzoso del hombre natural. La
túnica con la que se cubre el clero católico era en las antiguas religiones
frecuentemente un símbolo de auto castración sexual.
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