domingo, 20 de abril de 2014

LA SEXUALIDAD Y EL VÍNCULO AMOROSO

LA SEXUALIDAD Y EL VÍNCULO AMOROSO


La sexualidad ejerce en la vida corporal y psíquica de los sujetos humanos, por ello no debe ser entendida como una  manifestación instintiva si definimos el instinto, siguiendo a la etología, como una pauta genéticamente heredad de comportamiento propia de una especie animal, con pocas variaciones de un individuo a otro de la misma especie y desarrollada en una secuencia temporal poco susceptible de ser perturbada.
La sexualidad debe entenderse, como una manifestación de la pulsionalidad tal como lo destaca Freud en su obra, lo que le ha permitido descubrir la sexualidad infantil y su incidencia en el desarrollo psíquico normal y patológico.
El proceso instintual podríamos recurrir a los términos afines al concepto de pulsión como lo son la fuente, el empuje, el objetivo y el fin, comprendiendo que el proceso que lleva a la satisfacción de la necesidad instintiva tiene su fuente en desequilibrios orgánicos que generan un empuje, una tendencia hacia un objeto que es el que restablece el equilibrio somático, lo que constituye su fin.
Pulsión es un concepto cualificador porque indica que la pulsionalidad sexual en el hombre, a diferencia de otras especies animales, posibilita que no solo el objeto generador de placer puede cambiarse, sino que la direccionalidad sexual puede variar adquiriendo características singulares en cada individuo en función a la educación, proceso en el que tienen significativa importancia las dinámicas identificadoras, de manera  que la pulsión misma puede ser modificada cualitativamente y, por cierto, sin que el individuo y la especie humana desaparezcan.
El instinto, fundamento del impulso conductual animal, se organiza en función de la continuidad necesaria del objeto, continuidad que desde nuestras categorías subjetivas podemos aprehender por el desarrollo de la cualidad “consciencia”, sistema que posibilita el acceso al tiempo como dimensión.
Las pulsiones sexuales, al deslindarse del objeto cuya singularidad es reconstruida en las diferentes etapas evolutivas de la vida del hombre, están instaladas en un psiquismo cuya particularidad es transformar el tiempo.
La teleonomía, es la capacidad de estar dotado de un proyecto que se representa en sus estructuras y cumple en sus performances. La líbido, energía sexual, cuando es rescatada de la dinámica represiva lucha contra los poderes desorganizantes del dolor, la enfermedad, la muerte porque es el impulso subyacente de la capacidad  creativa de los hombres.

¿Por qué la sexualidad es tabú?
Creemos que una incógnita que anida en todos los seres humanos es el porqué de la repulsa individual y social hacia el deseo sexual y sus manifestaciones. Admitir que la pulsión sexual anida en las potenciales capacidades de socialización de los hombres conduciría a éstos a la elaboración de los deseos de poder, dirección de cuño infantil y narcisista cuyos escollos se observan diariamente en las contiendas entre los pueblos, entre distintas culturas, lidias que el psicoanálisis ha estudiado como el narcisismo de las pequeñas diferencias. El contacto con la historia de la humanidad nos muestra que las luchas que acontecen en la actualidad no son nada más que reediciones de otras similares ocurridas en el pasado obedeciendo a la dificultad que tiene el hombre de renunciar a lo que alguna vez, poseyó y que, capacidad simbólica mediante, reencuentra en otros objetos y situaciones que metaforizan aquellos originales que la cultura le obligó a abandonar. Así debido a la contingencia del objeto, es decir la posibilidad de sustituirlo por un representante, a veces se pierde la dimensión cualitativa de la metáfora que cualifica para transformarse en un símil del delirio alucinatorio.
Si aceptamos que la tarea del psicoanálisis es liberar el amor que se halla reprimido no negarnos la ambivalencia constitutiva del hombre, el amor – odio que subyace a toda conducta, sino reconociendo que el individuo se construye como tal en la relación con la sociedad, es un producto de ella y de su historia particular, lo que implica trascender el narcicismo original.
La vida mide por la perturbación, no por la quietud que es resultante del principio de nirvana. Vivir es transitar por la perturbación, entendido por ello todo lo que limita el equilibrio.



Distintas concepciones de la sexualidad

Han existido civilizaciones que honraban la experiencia sexual como el bien supremo de la vida y como vehículo místico en oposición a la concepción obscena y secreta que la cultura judeo-cristina ha condicionado. Divinidades como Astarte entre los fenicios, Cibeles entre los griegos, Rea entre los cretenses, eran símbolos inequívocos del deseo y goce sexual y además divinidades maternas, solo entendidas en su sentido generativo y protectorio, sin referencia a las prohibiciones morales conexas con el miedo al incesto.
En los ritos eróticos los jóvenes se unían al sacerdote o con el hombre que hubieran elegido y ello constituía un homenaje rendido a la diosa. Paralelamente las sacerdotisas se unían a los fieles de sexo masculino.
Los hombres libres de tabú sexofóbico no sólo concebían a la sexualidad como algo intrínsecamente divino y milagroso sino también como vehículo de experiencias milagroso sino también como vehículo de experiencias místicas, como una vía para llegar al éxtasis.
Las mujeres griegas no alcanzaron el estado de libertad y dignidad de las matronas romanas en la época imperial, su única tarea era procrear, en todo lo demás su actitud era pasiva y silenciosa. Los hombres de esa élite tan refinada y evolucionada no experimentaron la atracción psíquica y física que es necesaria para el desarrollo de un amor completo y profundo y ello dio lugar a la atracción amorosa hacia los jóvenes más hermosos del mismo sexo por los cuales en general sentían un amor espiritual. Las únicas mujeres que gozaban de un status y educación particular eran las heteras.
La cultura es entonces, la siguiente creativa que hace que los individuos se constituyan cada vez más como seres humanos; uno de cuyos condicionantes es la aceptación de que aquello que cada hombre define como realidad no es ni más ni menos que la más explicita manifestaciones.
La ética sexofóbica y su evolución
Al lado de la concepción sagrada del sexo encontramos una contraria que considera la unión de los cuerpos como una conducta pecaminosa, asociándola con la vergüenza, la culpa, la repugnancia y el miedo, es en este sentido –tal como postula De Marchi en el libro mencionado- que la designamos como ética sexofóbica.
Al internarnos en la historia de la cultura comprendemos que dichas concepciones no contribuyeron a la constitución de un individuo sino a la escisión de él. Un ejemplo de ello nos lo proporciona nuestra heredada moral tradicional, aun cuando poco a poco admite rever sus postulados aceptando, por ejemplo, el divorcio, el concubinato, las manifestaciones de homosexualidad.
La moral es, heredera de la tradición y es el justificativo teórico que utiliza la instancia prohibidora de la personalidad, el superyó, para imponer el sentimiento de culpabilidad y viabilizar la aplicación de una pena.
La ética es una cualidad del yo que se  desliga al abrigo de la conciencia de reciprocidad. La ética, a diferencia de la moral, es una virtud, y las virtudes describen la fortaleza del carácter que se adquiere en las experiencias vividas en relación con la alteridad, y no una caprichosa imposición que desconoce la capacidad racional y electiva que es característica de la humanidad como potencialidad a desarrollar. El factor religioso la fuente de la ética y de las costumbres lo discernimos como el fundamento de la concepción negativa de la sexualidad.
La sexualidad es presentada como atributo típico y vergonzoso del hombre natural. La túnica con la que se cubre el clero católico era en las antiguas religiones frecuentemente un símbolo de auto castración sexual.




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