domingo, 27 de abril de 2014
GLOSARIO
GLOSARIO
1. Asir: Coger con fuerza, especialmente
con la mano.
2. Avatar: Situación o vicisitud contraria
a la buena marcha de algo.
3. Bascula: Variar una persona
alternativamente la manera de pensar o sentir o la situación en que se
encuentra.
4. Diacrónico: Estudio de una ciencia o un
fenómeno concreto en su evolución y transformación a través del tiempo.
5. Eunuco: Hombre castrado,
específicamente el que cuidaba de las mujeres en los harenes.
6. Fetiche: Objeto material, de culto
supersticioso en algunos pueblos, que es venerado como un ídolo.
7. Instigada: Incitar, inducir a alguien a
hacer algo.
8. Linaje: Conjunto de los antepasados o
descendientes de una persona o de una familia.
9. Neologismo: Vocablo, acepción o giro
nuevo en una lengua.
10. Preconiza: Encomiar, tributar elogios
públicamente a alguien o algo.
11. Plusvalía: Aumento del valor de una
cosa, especialmente terrenos o valores inmobiliarios, sin que se produzcan
cambios en ella.
12. Retórica: Arte y técnica de hablar y
escribir con eficacia y corrección para lograr convencer al público o lector,
provocar en él un sentimiento determinado o deleitarlo.
13. Semiología: Es la disciplina que
estudia el signo y aborda la interpretación y producción del sentido, pero no
trata el significado, ni las denominaciones, incluyendo en estas las verbales y
las no verbales.
14. Sexuación: Es el conjunto de fases
biológicas y psicológicas que contribuyen a la caracterización de la sexualidad
de los individuos de una especie, tanto su sexo genético, biológico y
fisiológico como su sexo psicológico o identidad sexual y su "sexo
objeto" u orientación sexual.
15. Sumisión: Sometimiento, acatamiento o
subordinación.
EL PENSAMIENTO HETEROSEXUAL Y OTROS ENSAYOS
EL PENSAMIENTO HETEROSEXUAL
Y OTROS ENSAYOS
INTRODUCCIÓN:
La heterosexualidad no como una
institución sino como un régimen político que se basa en la sumisión y la
apropiación de las mujeres.
- · Mathieu, fue la primera en concebir a las mujeres en las ciencias sociales como una entidad sociológica y antropológica, es decir, no como un apéndice de los hombres, sino como un grupo propio.
- · Delphy, acuñó la expresión «feminismo materialista».
- · Guillaumin es más conocida por haber definido el doble aspecto de la opresión de las mujeres: la apropiación privada por un individuo (marido o padre) y la apropiación colectiva de todo un grupo.
- · Tabet, con su trabajo sobre la antropología de los sexos, ha establecido el vínculo que existe entre las mujeres que son objeto de una apropiación colectiva.
LA CATEGORÍA DE SEXO:
La ideología de la diferencia
sexual opera en nuestra cultura como una censura, en la medida en que oculta la
oposición que existe en el plano social entre los hombres y las mujeres
poniendo a la naturaleza como su causa. Masculino/femenino, macho/hembra son
categorías que sirven para disimular el hecho de que las diferencias sociales
implican siempre un orden económico, político e ideológico.
El destino de las mujeres es
aportar tres cuartas partes del trabajo en la sociedad, trabajo al que hay que
añadir el trabajo corporal de la reproducción según la tasa preestablecida de
la demografía. Ser asesinada y mutilada, ser torturada y maltratada física y
mentalmente; ser violada, ser golpeada y ser forzada a casarse, éste es el
destino de las mujeres. Las mujeres no saben que están totalmente dominadas por
los hombres, y cuando lo admiten, «casi no pueden creerlo». Los hombres saben
perfectamente que dominan a las mujeres y han sido educados para hacerlo.
La dominación suministra a las
mujeres un conjunto de hechos, de datos, de aprioris que, por muy discutibles
que sean, forman una enorme construcción política, una prieta red que lo cubre
todo, nuestros pensamientos, nuestros gestos, nuestros actos, nuestro trabajo,
nuestras sensaciones, nuestras relaciones.
La categoría de sexo es una
categoría política que funda la sociedad en cuanto heterosexual. establece como
«natural» la relación que está en la base de la sociedad (heterosexual), y a
través de ella la mitad de la población —las mujeres— es «heterosexualizada» y
sometida a una economía heterosexual.
Es el producto de la sociedad
heterosexual, en la cual los hombres se apropian de la reproducción y la
producción de las mujeres, así como de sus personas físicas por medio de un
contrato que se llama contrato de matrimonio. El contrato que une a una mujer
con un hombre es, en principio, un contrato de por vida, que sólo la ley puede
romper (el divorcio). Asigna a la mujer ciertas obligaciones, incluyendo un
trabajo no remunerado. Su trabajo (la casa, criar a los niños), así como sus
obligaciones significan que la mujer, en cuanta persona física, pertenece a su
marido.
El producto de la sociedad
heterosexual que hace de la mitad de la población seres sexuales donde el sexo
es una categoría de la cual las mujeres no pueden salir.
La categoría de sexo es la
categoría que une a las mujeres porque ellas no pueden ser concebidas por fuera
de esa categoría. Sólo ellas son sexo, el sexo, y se las ha convertido en sexo
en su espíritu, su cuerpo, sus actos, sus gestos; incluso los asesinatos de que
son objeto y los golpes que reciben son sexuales.
Sin duda la categoría de sexo
apresa firmemente a las mujeres. Y es que la categoría de sexo es una categoría
totalitaria que para probar su existencia tiene sus inquisidores, su justicia,
sus tribunales, su conjunto de leyes, sus terrores, sus torturas, sus
mutilaciones, sus ejecuciones, su policía. Es una categoría que determina la
esclavitud de las mujeres, y actúa de forma muy precisa por medio de una
operación de reducción.
NO SE NACE MUJER:
La opresión de las mujeres con un
enfoque materialista y feminista, se destruye la idea de que las mujeres son un
grupo natural, es decir, «un grupo racial de un tipo especial: un grupo
concebido como natural un grupo de hombres considerado como materialmente
específicos en sus cuerpos».
Una sociedad lesbiana revela
pragmáticamente que esa separación de los hombres de que las mujeres han sido
objeto, es política y muestra que hemos sido ideológicamente reconstruidas como
un «grupo natural».
El matriarcado no es menos
heterosexual que el patriarcado: sólo cambia el sexo del opresor. Además, esta
concepción no sólo sigue asumiendo las categorías del sexo (mujer y hombre),
sino que mantiene la idea de que la capacidad de dar a luz (o sea, la biología)
es lo único que define a una mujer. Al admitir que hay una división «natural»
entre mujeres y hombres, naturalizamos la historia, asumimos que «hombres» y
«mujeres» siempre han existido y siempre existirán.
El embarazo como una producción
forzada, sino como un proceso «natural», «biológico», olvidando que en nuestras
sociedades la natalidad es planificada, olvidando que nosotras mismas somos
programadas para producir niños, aunque es la única actividad social, «con la
excepción de la guerra», que implica tanto peligro de muerte.
Tener una conciencia lesbiana
supone no olvidar nunca hasta qué punto ser «la-mujer» era para nosotras algo
«contra natura», algo limitador, totalmente opresivo y destructivo en los
viejos tiempos anteriores al movimiento de liberación de las mujeres.
Una lesbiana debe ser cualquier
otra cosa, una no-mujer, un no-hombre, un producto de la sociedad y no de la
«naturaleza», porque no hay «naturaleza» en la sociedad.
Rechazar convertirse en
heterosexual ha significado siempre, conscientemente o no, negarse a
convertirse en una mujer, o en un hombre. Feminismo contiene la palabra
«fémina» («mujer»), y significa: alguien que lucha por las mujeres. Elegimos llamarnos «feministas» hace diez
años, no para apoyar o fortalecer el mito de la mujer, ni para identificarnos
con la definición que el opresor hace de nosotras, sino para afirmar que
nuestro movimiento tiene una historia y para subrayar el lazo político con el
primer movimiento feminista. Las mujeres empezaron a luchar por sí mismas como
un grupo y consideraron acertadamente que compartían aspectos de opresión
comunes.
La «mujer» no es cada una de
nosotras, sino una construcción política e ideológica que niega a «las mujeres»
(el producto de una relación de explotación). «La-mujer» existe para
confundirnos, para ocultar la realidad de «las mujeres».
Para las mujeres, el marxismo tuvo dos consecuencias. Les
hizo imposible tomar conciencia de que eran una clase y por lo tanto les
impidió constituirse como clase durante mucho tiempo, dejando la relación
«mujeres/hombres» fuera del orden social, haciendo de ella una relación
«natural» —sin duda, la única relación vista de esta manera por los marxistas,
junto con la relación entre mujeres e hijos—, y ocultando finalmente el
conflicto de clase entre hombres y mujeres tras una división natural del
trabajo.
El lesbianismo ofrece, de
momento, la única forma social en la cual podemos vivir libremente. Además,
lesbiana es el único concepto que conozco que está más allá de las categorías
de sexo (mujer y hombre), pues el sujeto designado (lesbiana) no es una mujer
ni económicamente, ni políticamente, ni ideológicamente. Lo que constituye a
una mujer es una relación social específica con un hombre, una relación que
hemos llamado servidumbre, una relación que implica obligaciones personales y
físicas y también económicas («asignación de residencia», trabajos domésticos,
deberes conyugales, producción ilimitada de hijos, etc.), una relación de la
cual las lesbianas escapan cuando rechazan volverse o seguir siendo
heterosexuales.
Nuestra supervivencia exige que
nos dediquemos con todas nuestras fuerzas a destruir esa clase las mujeres con
la cual los hombres se apropian de las mujeres. Y esto sólo puede lograrse por
medio de la destrucción de la heterosexualidad como un sistema social basado en
la opresión de las mujeres por los hombres, un sistema que produce el cuerpo de
doctrinas de la diferencia entre los sexos para justificar esta opresión.
EL PENSAMIENTO HETEROSEXUAL:

El lenguaje simbólico es
extremadamente pobre y esencialmente lagunar, los lenguajes o metalenguajes que
lo interpretan se desarrollan, cada uno de ellos, con un fasto, una riqueza.
Todos estos testimonios subrayan el sentido político que reviste en la sociedad
heterosexual actual la imposibilidad de comunicar —de otro modo que no sea con
un psicoanalista— que tienen las lesbianas, los hombres gay y las mujeres.
Los discursos que nos oprimen muy
en particular a las lesbianas, mujeres y a los hombres homosexuales dan por
sentado que lo que funda la sociedad, cualquier sociedad, es la
heterosexualidad. Estos discursos de heterosexualidad nos oprimen en la medida
en que nos niegan toda posibilidad de hablar si no es en sus propios términos y
todo aquello que los pone en cuestión es enseguida considerado como «primario».
El discurso pornográfico forma
parte de las estrategias de violencia que se ejercen sobre nuestro entorno,
humilla, degrada, es un crimen contra nuestra «humanidad». Si los discursos de
los sistemas teóricos modernos y de las ciencias humanas ejercen un poder sobre
nosotras es porque trabajan con conceptos que nos tocan muy de cerca.
Las categorías de las que se
trata funcionan como conceptos primitivos en un conglomerado de toda suerte de
disciplinas, teorías, ideas preconcebidas, que yo llamaría «el pensamiento
heterosexual». Se trata de «mujer», «hombre», «sexo», «diferencia» y de toda la
serie de conceptos que están afectados por este mareaje, incluidos algunos
tales como «historia», «cultura» y «real».
El pensamiento heterosexual se
entrega a una interpretación totalizadora a la vez de la historia, de la
realidad social, de la cultura, del lenguaje y de todos los fenómenos
subjetivos. Es incapaz de concebir una cultura, una sociedad, en la que la
heterosexualidad no ordenara no sólo todas las relaciones humanas, sino su
producción de conceptos al mismo tiempo que todos los procesos que escapan a la
conciencia.
El lesbianismo, la
homosexualidad, y las sociedades que podemos crear, no pueden ser pensados o
enunciados, aunque siempre hayan existido. De este modo, el pensamiento
heterosexual continúa afirmando que el incesto, y no la homosexualidad,
representa su mayor prohibición. Igualmente, cuando el pensamiento heterosexual
piensa la homosexualidad, ésta no es nada más que heterosexualidad.
Los mitos heterosexuales es un
sistema de signos que utiliza figuras de discurso y, por tanto, puede ser
estudiado políticamente desde la ciencia de nuestra opresión; «sabemos-
que-era-esclavitud» es la dinámica que introduce la diacronía de la historia en
el discurso fijado de las esencias eternas.
Las lesbianas, por un cambio de
perspectiva, y sería impropio decir que las lesbianas viven, se asocian, hacen
el amor con mujeres porque «la-mujer» no tiene sentido más que en los sistemas
heterosexuales de pensamiento y en los sistemas económicos heterosexuales. Las
lesbianas no son mujeres.
A PROPÓSITO DEL CONTRATO SOCIAL:
En la ideología alemana afirman
que la clase proletaria, en función de sus relaciones con la producción y el
trabajo, sólo puede confrontar el orden social en masa, como un todo, y que no
tiene otra opción que acabar con el estado. Según ellos, el término «contrato
social», en la medida en que implica una idea de elección individual y de asociación
voluntaria, puede aplicarse a los siervos. En efecto, durante varios siglos se
fueron liberando a sí mismos, uno a uno, huyendo de la tierra a la que estaban
vinculados.
Rousseau desarrolló la idea de
contrato social, la historia lo dio por caduco, las mujeres son una clase que
está estructurada de forma muy similar a como lo estaba la clase de los
siervos.
La estructura de nuestra clase
toda entera en términos mundiales es por esencia feudal, y manüene codo con
codo, y en las mismas personas, formas de producción y de explotación que son a
la vez capitalistas y precapitalistas.
La cuestión general del contrato
social es un problema filosófico siempre actual en la medida en que comprende
todas las actividades humanas, las relaciones, el pensamiento, hasta el punto
de que «la humanidad ha nacido libre se encuentra en todas partes encadenada»
(Rousseau). La promesa del contrato social de realizarse por el bien de todos y
cada uno puede todavía ser objeto de examen filosófico y, al no haberse
culminado históricamente, guarda aún su dimensión utópica. La cuestión del
contrato social en los propios términos de Rousseau dista mucho de estar
obsoleta, dado que en lo que se refiere a su dimensión filosófica nunca fue
desarrollada.
La noción de «contrato social» es
una noción de filosofía política, la idea abstracta de que hay un pacto, un
convenio, un acuerdo entre los individuos y el orden social. Eran aprendices de
legisladores y de gobernantes. Reflexionaron sobre el mejor gobierno y la
ciudad ideal.
La iniciativa de las mujeres de
este equipo dio lugar al nacimiento de una de las primeras escisiones del
movimiento de liberación de las mujeres, instigada por personas todas ellas muy
cercanas al «trono». Para Aristóteles, la sociedad nunca podía establecerse con
el acuerdo de sus miembros y para su bienestar.
Según Rousseau, el contrato
social es la suma de una serie de convenciones fundamentales que «aunque nunca
han sido enunciadas formalmente, están sin embargo implícitas en el hecho de
vivir en sociedad». El contrato social se basará en nuestra acción y en
nuestras palabras, incluso si nos atenemos a lo que dijo Rousseau: «Yo nací
ciudadano de un estado libre y el derecho mismo de votar me impone el deber de
instruirme en los asuntos públicos aunque mi voz pueda no tener demasiada
influencia en ellos». Contrato social y de heterosexualidad son dos nociones
que se superponen. El contrato social del que estoy hablando es la
heterosexualidad.
Lévi-Strauss ha descrito el
proceso del intercambio de las mujeres y cómo funciona, ha esbozado para
nosotros el contrato social a grandes rasgos, pero en verdad un contrato social
en el que las mujeres son excluidas, un contrato social entre los hombres. Para
Lévi-Strauss, la sociedad no puede funcionar o existir sin este intercambio. Al
plantear esto, muestra la heterosexualidad no sólo como una institución, sino
como el contrato social, como un régimen político.
La heterosexualidad, cuyas
características aparecen y después desaparecen cuando el pensamiento trata de
aprehenderlas, es visible y obvia en las categorías del contrato heterosexual.
Una de estas categorías que intenté deconstruir en un corto ensayo es la
categoría de sexo. La categoría de sexo es la categoría que establece como
«natural» la relación que está en la base de la sociedad (heterosexual), y a
través de ella la mitad de la población —las mujeres— es «heterosexualizada».
Las mujeres sólo pueden entrar en
el contrato social (es decir, uno nuevo) escapando de su clase, incluso si
tienen que hacerlo como esclavas fugitivas, una por una. Ya lo estamos
haciendo. Las lesbianas somos desertoras, esclavas fugitivas; las esposas
desertoras están en la misma situación y existen en todos los países porque el
régimen político de la heterosexualidad está presente en todas las culturas.
Así, romper con el contrato social heterosexual es una necesidad para quienes
no lo asumimos.
HOMO SUM:
Todos tenemos una idea abstracta
de lo que quiere decir «humano », aunque lo que denominamos «humano» es siempre
del orden de lo potencial, de lo posible, de aquello que no ha sido aún
realizado. Aquello que ha sido considerado hasta ahora como «humano» en nuestra
filosofía occidental sólo se refiere a una minoría de personas. Cuando
consideramos lo potencial y lo virtual de lo humano, de forma abstracta, desde
un punto de vista filosófico, para ver claro tenemos que hacerlo desde un punto
de vista oblicuo.
La teoría del conflicto que han
generado estos «anacronismos» podría describirse como un paradigma de opresión
transversal a todas las «clases» marxistas. Estos anacronismos no podían ser
objeto de una interpretación exclusivamente económica, es decir: en términos de
estricta apropiación de la plusvalía en un contexto social donde cada uno es
igual en derecho, pero en el cual los capitalistas, dado que poseen los medios
de producción, pueden apropiarse de la mayor parte de la producción y del
trabajo de los proletarios, ya que éstos producen un valor que puede ser
intercambiado por dinero y colocado en el mercado.
Desde un punto de vista lesbiano,
político y filosófico, cuando se reflexiona sobre la situación de las mujeres
en la historia, debemos preguntarnos sobre la dialéctica remontándonos más allá
de la dialéctica hegeliana.
Para nosotras la necesidad de
cuestionar la dialéctica supone realizar una «dialectización» de la dialéctica.
Es fundamental prestar atención a este proceso que se dio en la historia de la
filosofía.
Marx tenía la intención de
elaborar una inversión de la dialéctica de Hegel. La etapa siguiente para Marx
consistía en mostrar que categorías dialécticas como el Uno, el Otro, el Amo y
el Esclavo, no son eternas, y que no tienen nada de metafísico o de esencial,
sino que deben ser leídas y comprendidas en términos históricos.
Lo que se ha producido en la
historia durante todas las revoluciones que hemos conocido es que el Otro (una
categoría de otros) ha tomado el lugar del Uno y, a continuación, ha dominado a
enormes grupos de personas oprimidas cuya suerte es convertirse en el Otro de
los ex-otros. Según la dialéctica marxista, el papel de la burguesía es —por
medio de su fracción revolucionaria— abolirse y aniquilarse a través de la
destrucción de las clases económicas, para fundirse con el proletariado.
Ni el Pensamiento del Otro, ni el
Pensamiento de la Diferencia deberían ser aceptables para nosotras, porque
«nada de lo que es humano es ajeno» para el Uno o para el Otro. Hay una
continuidad en su realidad, una continuidad en la cual la abstracción actúa con
fuerza sobre lo material y forma tanto el cuerpo como el espíritu de aquellos a
quienes oprime.
EL PUNTO DE VISTA: ¿UNIVERSAL O PARTICULAR?
Para empezar, es preciso decir
que no existe la «escritura femenina ». Utilizar y propagar esta expresión
supone cometer un grave error: ¿en qué consiste ese «femenino» de la «escritura
femenina»? Está ahí para la Mujer. Supone mezclar una práctica con un mito, el
mito de «la-mujer». La «Mujer» no puede asociarse con la escritura porque la
«Mujer» es una formación imaginaria y no una realidad concreta, es esa antigua
marca al rojo vivo que el enemigo mantiene alzada, como un trofeo encontrado y
conquistado tras una dura lucha. La «escritura femenina» es la metáfora
naturalista del hecho político brutal de la dominación de las mujeres y como
tal alimenta el aparato con el que avanza la «feminidad». La «escritura» es
capturada por la metáfora en la «escritura femenina» y ello esconde un trabajo
y una producción que está en proceso,
porque «escritura» y «femenino» se asocian para designar una especie de
producción biológica particular de la Mujer, un La (nueva) feminidad, la
escritura femenina, el elogio de la diferencia, suponen un retroceso respecto a
una corriente política2 comprometida desde hace mucho en el cuestionamiento de
las categorías de sexo, esos dos grandes
ejes de categorización para la filosofía y las ciencias humanas a
secreción natural de la Mujer.
El género es el indicador lingüístico de la oposición
política entre los sexos. Género es aquí utilizado en singular porque, en
efecto, no hay dos géneros, sino uno: el femenino, el «masculino» no es un
género. Porque lo masculino no es lo masculino sino lo general.
EL CABALLO DE
TROYA:
Al principio, a los troyanos les resulta
extraño este caballo de madera, sin color preciso, enorme, bárbaro. Se eleva
hacia el cielo como una montaña. El caballo construido por los griegos es sin
duda también un caballo para los troyanos, aunque aún lo observen con
inquietud.
Una obra literaria puede
funcionar como una máquina de guerra en el contexto de su época, no me estoy refiriendo
a la literatura comprometida. La literatura comprometida, como la escritura
femenina, son formaciones míticas y, como tales, funcionan como mitos en el
sentido que Barthes ha dado a esta palabra. Cuando se habla de literatura, se
deben tener en cuenta todos los elementos que entran en juego. El trabajo
literario no puede ser influido directamente por la historia, la política y la
ideología, porque estos dos campos pertenecen a sistemas de signos paralelos, a
sistemas de signos que funcionan de forma diferente en el cuerpo social y que
utilizan el lenguaje de una forma diferente. Cuando se trata del lenguaje, nos
enfrentamos a una serie de fenómenos cuya característica principal es que son
totalmente heterogéneos. La primera heterogeneidad que encontramos,
irreductible, se refiere al lenguaje y a su relación con la realidad.
Las palabras yacen como un material
bruto a disposición del escritor como la arcilla está disponible para el
escultor. Cada una de las palabras es como el caballo de Troya. Son cosas,
cosas materiales, y al mismo tiempo tienen un sentido.
Shklovsky, la tarea del escritor
es recrear la primera visión de las cosas en su potencia, a diferencia del
banal reconocimiento que se hace todos los días. Lo que el escritor recrea es
una visión, pero no la de las cosas, sino más bien la de la primera visión de
las palabras, en su potencia. El lenguaje no es considerado como ejercicio
directo del poder. En esta concepción, el lenguaje, como el arte, forma parte
de la llamada superestructura. Ambos son incluidos en la ideología, y como tales
sólo expresan «las ideas» de la clase dominante.
La literatura nos enseña algo que
es útil en cualquier otro campo: cuando las palabras trabajan, la forma y el contenido
no pueden ser separados porque dependen de la misma forma, la forma de la
palabra, una forma material. La universalización de cada punto de vista exige
una particular atención a los elementos formales que pueden quedar abiertos a la
historia, como los temas, los sujetos de la narración, así como la forma global
de la obra. El intento de universalización del punto de vista es lo que determina
que una obra literaria llegue a transformarse o no en una máquina de guerra.
LA MARCA DEL GÉNERO:
Para los lingüistas, la marca del
género concierne a los sustantivos, cuando hablan del género como de un «sexo
ficticio». El «sexo ficticio» de los nombres o su género neutro no son más que
desarrollos accidentales de este principio básico, y como tales son
relativamente inofensivos. La manifestación del género que es idéntica tanto en
inglés como en francés se da en la dimensión de la persona.
Los filósofos los consideran
imprescindibles para razonar y son para ellos conceptos a priori, que existen
en la naturaleza antes de todo pensamiento, de todo orden social. De modo que
llaman género a la delegación léxica «de los seres naturales», a su símbolo.
Conscientes de que la noción de género no es tan inofensiva como parece, las
feministas americanas utilizan el género como una categoría sociológica, poniendo
de relieve que no hay nada de natural en esta noción, ya que los sexos han sido
construidos artificialmente, son categorías políticas, categorías de opresión. El
género es el indicador lingüístico de la oposición política entre los sexos y
de la dominación de las mujeres. Al igual que el sexo, el hombre y la mujer, el
género, como concepto, es un instrumento que sirve para constituir el discurso
político del contrato social como heterosexual.
Al género, no sólo es importante separar
de la gramática y de la lingüística una categoría sociológica que no osa decir
su nombre: es también muy importante considerar cómo funciona el género en el
lenguaje, cómo el género actúa sobre el lenguaje, antes incluso de considerar cómo
actúa sobre quienes lo utilizan. El género se inscribe en una categoría del
lenguaje que es totalmente diferente a cualquier otra y que se llama el
pronombre personal.
El género no se reduce a la
tercera persona, y la mención del sexo en el lenguaje no es un tratamiento reservado
para la tercera persona. El sexo, bajo el nombre de género, afecta a todo el
cuerpo del lenguaje y fuerza a cada hablante, si pertenece al sexo oprimido, a
proclamarlo en su discurso, es decir, a aparecer en el lenguaje con la propia
forma física (ella) y no con una forma abstracta, forma que cualquier hablante
varón tiene el derecho incuestionable de utilizar.
El lenguaje en su conjunto da a
cada uno el mismo poder de llegar a ser un sujeto absoluto por medio de su uso.
Pero el género, un elemento del lenguaje, funciona por encima de ese hecho
ontológico para anularlo en el caso de las mujeres, supone un constante intento
de separarlas de lo más preciado para un ser humano, la subjetividad. El género
es una imposibilidad ontológica porque pretende llevar a cabo la división del
Ser. La imposición del género, que actúa como una negación en cuanto uno habla,
es quitar a las mujeres la autoridad de hablar, y forzarlas a hacer su
aparición al modo de los cangrejos, particularizándose a sí mismas y
disculpándose continuamente. Cada vez que digo «yo», reorganizo el mundo desde
mi punto de vista y por medio de la abstracción que pretendo universalizar. El
«yo» se convierte en algo tan potente en El cuerpo lesbiano que puede atacar el
orden heterosexual en los textos, y abordar eso que llaman el amor, los héroes
del amor, y lesbianizarlos, lesbianizar los símbolos, lesbianizar los dioses y
las diosas, lesbianizar a los hombres y a las mujeres.
EL LUGAR DE LA ACCIÓN:
Resulta difícil explicar todo el
alcance de la enorme transformación que ha supuesto la obra de Nathalie
Sarraute. En referencia a lo volátil de las palabras del lenguaje hablado,
denominaré «interlocución» el material con el que ella trabaja, con el fin de
establecer una comparación con lo que los lingüistas llaman «locución». Con la
palabra interlocución, rara vez usada en lingüística, me refiero a todo lo que
ocurre entre las personas cuando hablan. A diferencia de los lingüistas, que
sólo tienen un punto de vista anatómico del lenguaje, el punto de vista de la
novela no tiene que imponerse límites a sí mismo, porque puede recoger, en un
simple movimiento, causas, efectos y actores.
El lenguaje existe como ese lugar
común en el que uno puede mostrarse libremente, de una vez, por medio de las
palabras, y pone al alcance de los otros esa misma posibilidad, sin la cual no
habría sentido.
viernes, 25 de abril de 2014
COMENTARIO
COMENTARIO
Cuando escucho el término
"hacerse hombre", me hago a la idea de una serie de enseñanzas que la
sociedad le impone al hombre, poniéndole un prototipo de hombre en la cual
tiene que ser copiado por el joven tal y como la sociedad lo ha establecido.
El hogar, es el primer lugar donde
los niños reciben sus primeras enseñanzas sobre cómo hacerse hombres,
adquiriendo una serie de privilegios.
El ser hombre significa muchas
veces tener que reprimirse de expresar sus sentimientos libremente, porque
simplemente eso no es para hombres o tener que cumplir con ciertas actitudes
que están establecidas como "normales" y buenas con el hecho de tener
muchas parejas sexuales porque eso da la
idea de ser más hombre.
Los grupos de amigos cumplen un
papel importante en la formación de la identidad sexual en los hombres, ya que
son ellos que influyen positiva o negativamente en ellos. La mayoría de veces
es negativa, ya que por recibir la aceptación de grupo, la mayoría de jóvenes
imitan ciertas actitudes, sabiendo muchas veces que no es lo correcto y mucho
más cuando no quiere hacerlo.
Glosario
GLOSARIO
1.Abyecto: Despreciable, vil en
extremo. Dícese de la persona que comete actos despreciables.
2.
Alardeo: Mostrar o exhibir con
vanidad una cualidad u otra cosa, aunque no constituya un mérito. Hacer
ostentación de alguna cosa o presumir públicamente de algo.
3.
Constreñir: Obligar, precisar, compeler
por fuerza a alguien a que haga y ejecute algo.
4. Etáreo: Son clasificaciones
arbitrarias donde se define el rango de edad según las necesidades de la
información que se muestra.
Por ejemplo el grupo etario
de los niños es de neonatos 0-30 días, lactantes 1-6 meses, infantes 6-24
meses, preescolares 2-5 años, escolares 6-12 años y así.
5.
Etnografía: Método de investigación que
consiste en observar las prácticas culturales de los grupos sociales y poder
participar en ellos para así poder contrastar lo que la gente dice y lo que
hace porque a nadie de los que leen esto le importa.
6. Hegemonía: Dominio de una entidad
sobre otras de igual tipo. Se puede aplicar a diversas situaciones con el mismo
significado: un bloque de naciones puede tener hegemonía gracias a su mayor
potencial económico, militar o político, y ejerce esa hegemonía sobre otras
poblaciones, aunque estas no la deseen.
7.
Monolítico: Inconmovible, rígido,
inflexible.
8. Permea: Dicho de una idea o de una
doctrina: Penetrar en algo o en alguien, y más específicamente en un grupo
social.
9. Proeza: Hazaña, valentía o acción
valerosa.
10. Profilaxis:
Preservación de la
enfermedad.
11. Reificación: Es la concepción de una
abstracción u objeto como si fuera humano o poseyera vida y habilidades
humanas; también se refiere a la reificación o cosificación de las relaciones
sociales.
Referencias:
- http://www.wordreference.com/
- http://es.thefreedictionary.com/
- http://www.rae.es/
HACERSE HOMBRE: ALGUNAS REFLEXIONES DESDE LA MASCULINIDADES
HACERSE HOMBRE: ALGUNAS REFLEXIONES DESDE LA MASCULINIDADES
Introducción:
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El
género se constituye en una realidad objetiva y subjetiva en la vida de los
sujetos. Esta realidad no requiere justificación para tener existencia en la
vida social pues se mantiene por estructuras sociales y culturales así como por
ideologías inscritas en los cuerpos y en las mentes de las personas.
La
masculinidad es una colección de normas y significados que cambian constantemente
en el contexto de relaciones inter- género (hombres y mujeres) e intra- género
(entre hombres). Hay dos elementos fundamentales en el estudio de las
masculinidades: la pluralidad y las jerarquías entre versiones de ser hombre.
La
pluralidad, nos muestra que hay muchas formas de ser hombres, lo cual varía
entre culturas y sociedades, pero también dentro de un mismo grupo humano.
1. El camino
a hacerse hombre:
Estudios
etnográficos muestran una serie de rituales como la tolerancia al dolor está
presente, ceremonias colectivas de circuncisión hasta la llamada pedagogía
homosexual, en la que se pasa de la niñez a la adultez a través de prácticas
sexuales con otros varones adultos de la comunidad que actúan como “pedagogos”
de estos jóvenes en su camino a hacerse hombres.
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El
comando social instaurado en diferentes contextos culturales para que los
varones no expresen emociones consideradas femeninas como el miedo o la duda,
ni ciertas formas de intimidad con otros varones que podrían poner en duda su
heterosexualidad. Los varones aprenden que la amistad con mujeres es imposible
debido al supuesto irrefrenable impulso sexual masculino.
La
masculinidad hegemónica es una representación ideal de ser hombre, en torno a
la cual los varones construyen su identidad de género. Connell y Messerschmidt señalan, la
masculinidad hegemónica actúa como una aspiración en lugar de ser una realidad
en la vida de los hombres. Crea la imagen de un “hombre de verdad”, alguien que
está por encima no sólo de mujeres sino también de otros hombres, es decir, un
ideal de identidad que funciona como identidad de fachada más que como algo
real.
La
constitución de la masculinidad, alcanza a través de intercambios de
experiencias como la demostración de fuerza física o la intensa actividad
sexual.
En
un modelo dado de relaciones de género es un proceso que implica cuatro
dimensiones:
·
Hegemonía,
por la cual, en un momento histórico dado, una forma de masculinidad se acepta
como el comportamiento socialmente valorado por sobre las otras.
·
Subordinación,
en la que las masculinidades heterosexuales oprimen y convierten en ilegítimas
y repudiadas las masculinidades homosexuales.
·
Complicidad,
al no poder cumplir todos los varones con los imperativos del modelo
hegemónico, se establecen “alianzas” entre ellos para sostener la subordinación
de la mujer.
·
Marginación,
en la que se cruzan otros aspectos como clase social o raza para producir la
exclusión de grupos como minorías raciales o migrantes indocumentados.
Ser
hombre es vivido más como un imperativo que como una realidad ganada, el
“eterno masculino”, inmutable y monolítico, se ve resquebrajado por los
esfuerzos que los hombres tienen que invertir para lograr su adscripción
constante como hombres en todos los ámbitos de su vida social.
2. La casa y
la calle en los procesos de hacerse hombre:
El
espacio doméstico provee los primeros mensajes de masculinidad y sexualidad y
es ahí donde se sientan las bases para la constitución de las identidades de
los sujetos.
Matta,
en este espacio hay un mayor control de las relaciones sociales, mayor
intimidad y menor distancia social. La casa es el espacio de la familia, donde
los integrantes se perciben como “mi gente”, los “míos”, otorgando una
identidad al grupo familiar. Ser hombre es algo
“natural”, pero que al mismo tiempo tiene que obtenerse en torno a pruebas e
ideales de actuación. Estas pruebas se convierten en imperativos de
masculinidad y sexualidad hegemónicas, en desempeños considerados masculinos y
heterosexuales.
Aunque
pareciera que, en general, existe mayor apertura a discutir temas de diversidad
sexual y género en escuelas mixtas que en aquellas de solo hombres, la mera
condición de escuela mixta no asegura necesariamente menor rigidez de los
modelos tradicionales de género y sexualidad.
La
importancia mayor del colegio en la constitución de representaciones sobre
sexualidad y masculinidad son, por retomar el segundo grupo y escenario, sin
duda, las y los compañeros de clase. En este sentido, el colegio para algunos
entrevistados es una prolongación de los espacios de amistad que tienen con
pares del barrio, y para otros, aquellos que no tenían un grupo de pares en el
barrio, se convierte en el primer espacio de interacción y creación de un grupo
de amigos, con los que en última instancia se comparte el proceso de construir
su masculinidad y sexualidad, lejos de los socializadores mayores.
3. El grupo
de pares y los rituales de la masculinidad:
El
grupo de pares está conformado por un grupo de amigos del mismo rango etáreo y
posibilita el inicio de relaciones más democráticas que las existentes entre
padres e hijos. Estas relaciones están
basadas en amistad y empatía más igualitarias, con interacciones entre los
sujetos en los que se pueden sopesar y cuestionar las reglas de conducta
“naturalizadas” en el espacio familiar. La importancia del grupo de pares en
las sociedades occidentales modernas en la formación y comportamiento de los
niños y adolescentes varones al separarlos del ámbito familiar, radica en
introducirlos de lleno en los ámbitos masculinos por excelencia: la calle y el
espacio público.
En
el grupo de pares donde se consolidan los límites y fronteras de la identidad
masculina, a través de la actualización de gestos rituales de masculinidad y
sexualidad, que funcionan como modelos ritualizados, ambiguos, arbitrarios,
repetitivos y socialmente provocados, y que buscan configurar este orden social
a través del pasaje obligatorio de adolescentes y jóvenes por ciertas pruebas
que aseguren su pertenencia al grupo.
Estos
gestos rituales buscan y sirven para separar a los “normales” de los “fronterizos”,
en base a una pedagogía de modelos de masculinidad y sexualidad, construida
sobre anécdotas, bromas o historias que norman lo que el “verdadero hombre”
debe ser capaz de soportar ante la amenaza y el riesgo constante de asemejarse
o “convertirse” en “aniñado”, mujer o “maricón”.
La
relación compleja de homoerotismo y homofobia evidencia el precio de la masculinidad
y la sexualidad hegemónicas como una constante vigilancia de las emociones y de
los gestos del propio cuerpo. Lo interesante de gestos rituales homoeróticos es
su ambigüedad interna, pues los varones que hacen la broma son también
potenciales “maricones” pues podrían ser “comidos” por otros varones en este
juego de reafirmación de las fronteras de la masculinidad y heterosexualidad.
Niños,
adolescentes y hombres adultos aprenden que para convertirse en hombres tienen
que rechazar y repudiar la feminidad y la homosexualidad. En este sentido, la
masculinidad se construye a través del rechazo de estas dos fronteras que son
del dominio de lo abyecto. La heterosexualidad es central en la producción de
masculinidad en las sociedades occidentales pues a través de las relaciones
heterosexuales los hombres ganan respeto y status en sus grupos sociales, se
practica y ejerce a través de estos guiones de género y guiones sexuales.
Varones y mujeres son socializados bajo un solo supuesto: la heterosexualidad,
la cual se presenta como la única realidad posible e inevitable. La
sexualidad heterosexual se instaura en el grupo en torno al fantasma normativo
de la homosexualidad, cuya versión pasiva, se constituye en la última frontera
de la masculinidad.
Homofobia
y homoerotismo son aspectos fundamentales de los espacios homosociales en
grupos de varones heterosexuales. La homosocialidad, entendida como relaciones
sociales entre personas del mismo sexo sin objetivo sexual o romántico facilita
los lazos entre hombres a través de la exclusión de mujeres y de los hombres no
considerados masculinos.
El
alardeo sexual es central en la constitución de la identidad de género de varones
latinoamericanos. A través de estos gestos rituales de masculinidad se instaura
una doble moral para una sexualidad que se vive con la novia formal o estable y
otra sexualidad para con las parejas ocasionales. Para muchos varones
latinoamericanos, la novia formal se considera objeto de respeto y lo que se
hace con ella no se habla. El imperativo de demostrar una sexualidad
heterosexual presupone la actuación de dos mecanismos básicos: confirmación de
la heterosexualidad y el debut sexual, en los que se representan ciertos gestos
rituales de sexualidad y masculinidad hegemónicas.
Esta
confirmación de la heterosexualidad descansa en un rito de iniciación que todos
los varones deben pasar: el “debut” sexual, es un hito en la identidad de género y en la
identidad sexual de los varones pues es el certificado que asegura la
heterosexualidad del varón en el grupo, que refuerza su masculinidad.
4. Discursos
emergentes sobre masculinidad:
Los
medios de comunicación, principalmente la televisión e Internet facilitan la
transformación de relaciones sociales, discursos y prácticas. Los
medios de comunicación producen y reproducen modelos de masculinidad que, en
algunos casos, puede reforzar los discursos hegemónicos y, en otros, cuestionar
estos ideales de actuación ofreciendo modelos y mensajes alternativos de
masculinidad.
La
autoimagen masculina para el cortejo y la conquista de parejas sexuales sufre
un desplazamiento de imágenes de varones exentos de exigencias de cuidado
estético, hacia varones preocupados por una imagen más cercana a la
“metrosexualidad”. Estos discursos y prácticas
emergentes nos alertan sobre la necesidad de considerar los cambios en las
masculinidades y prestar atención a las tensiones entre versiones emergentes y
hegemónicas de las mismas.
5. A modo de
conclusiones:
Los
adolescentes y varones aprenden desde muy temprana edad que la sexualidad
masculina se constituye en torno a fronteras delimitadas que actúan como un
repu-dio a lo que se considera dominio de lo abyecto, de aquello que un varón,
para ser valorado como tal, no debe cruzar jamás: la feminidad y la
homosexualidad pasiva. Mientras que algunos varones cumplen exitosamente las
pruebas e imperativos de masculinidad y sexualidad hegemónicas; otros varones,
en cambio, viven esta situación como pruebas inalcanzables y la amenaza en
convertirlos en masculinidades fallidas.
Las
masculinidades son creadas y recreadas a través de discursos y rituales que
actúan como performances en la vida cotidiana de los sujetos. La masculinidad
es algo que los niños y adolescentes tienen que ganar a través de pruebas y
ritos de pasaje al “mundo de hombres” a través de la demostración de ciertos
logros que demuestra la adquisición de una masculinidad valorada por su grupo
social. La heterosexualidad normativa es central en la constitución de la
masculinidad, pues independientemente de su orientación sexual, niños y
adolescentes aprenden que ser hombre es demostrar gestos rituales que la
confirmen. El alardeo sexual, gestos de violencia y la homofobia son centrales
en este largo proceso de hacerse hombres.
domingo, 20 de abril de 2014
COMENTARIO
COMENTARIO
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Como
antiguamente se privaba el uso correcto de la sexualidad, unos decían que era
un ritual, otros que eran pecados llegándose a prohibir hasta tocarse uno
mismos.
Cada
uno de nosotros somos libres de expresar y vivir nuestra sexualidad sin
necesitar que la sociedad ten ponga parámetros de cómo hacer o no hacer tal
cosa.
Los
padres entregan formación en sexualidad a sus hijos, desde la infancia o desde
la adolescencia. Como guía o sólo labor de control. La función de la familia no
sólo consiste en lograr que su hijo se
relacione con los demás y se integre de alguna manera a la sociedad.
También es
su función, dar formación
integral, de tal manera que su hijo o hija desde antes de la adolescencia logre
el análisis de cada situación que se le presenta, tome decisiones conscientes y
asuma la responsabilidad de ellas.
La
sociedad controla el comportamiento sexual a través de la expresión, de la
opinión y de la especulación.
LA SEXUALIDAD Y EL VÍNCULO AMOROSO
LA SEXUALIDAD Y EL VÍNCULO
AMOROSO
La
sexualidad ejerce en la vida corporal y psíquica de los sujetos humanos, por
ello no debe ser entendida como una
manifestación instintiva si definimos el instinto, siguiendo a la
etología, como una pauta genéticamente heredad de comportamiento propia de una
especie animal, con pocas variaciones de un individuo a otro de la misma
especie y desarrollada en una secuencia temporal poco susceptible de ser
perturbada.
La
sexualidad debe entenderse, como una manifestación de la pulsionalidad tal como
lo destaca Freud en su obra, lo que le ha permitido descubrir la sexualidad
infantil y su incidencia en el desarrollo psíquico normal y patológico.
El
proceso instintual podríamos recurrir a los términos afines al concepto de
pulsión como lo son la fuente, el empuje, el objetivo y el fin, comprendiendo
que el proceso que lleva a la satisfacción de la necesidad instintiva tiene su
fuente en desequilibrios orgánicos que generan un empuje, una tendencia hacia
un objeto que es el que restablece el equilibrio somático, lo que constituye su
fin.
Pulsión
es un concepto cualificador porque indica que la pulsionalidad sexual en el
hombre, a diferencia de otras especies animales, posibilita que no solo el
objeto generador de placer puede cambiarse, sino que la direccionalidad sexual
puede variar adquiriendo características singulares en cada individuo en
función a la educación, proceso en el que tienen significativa importancia las
dinámicas identificadoras, de manera que
la pulsión misma puede ser modificada cualitativamente y, por cierto, sin que
el individuo y la especie humana desaparezcan.
El
instinto, fundamento del impulso conductual animal, se organiza en función de
la continuidad necesaria del objeto, continuidad que desde nuestras categorías
subjetivas podemos aprehender por el desarrollo de la cualidad “consciencia”,
sistema que posibilita el acceso al tiempo como dimensión.
Las
pulsiones sexuales, al deslindarse del objeto cuya singularidad es reconstruida
en las diferentes etapas evolutivas de la vida del hombre, están instaladas en
un psiquismo cuya particularidad es transformar el tiempo.
La
teleonomía, es la capacidad de estar dotado de un proyecto que se representa en
sus estructuras y cumple en sus performances. La líbido, energía sexual, cuando
es rescatada de la dinámica represiva lucha contra los poderes desorganizantes
del dolor, la enfermedad, la muerte porque es el impulso subyacente de la
capacidad creativa de los hombres.
¿Por qué la
sexualidad es tabú?
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Si
aceptamos que la tarea del psicoanálisis es liberar el amor que se halla
reprimido no negarnos la ambivalencia constitutiva del hombre, el amor – odio que
subyace a toda conducta, sino reconociendo que el individuo se construye como
tal en la relación con la sociedad, es un producto de ella y de su historia
particular, lo que implica trascender el narcicismo original.
La
vida mide por la perturbación, no por la quietud que es resultante del
principio de nirvana. Vivir es transitar por la perturbación, entendido por
ello todo lo que limita el equilibrio.
Distintas concepciones
de la sexualidad
Han
existido civilizaciones que honraban la experiencia sexual como el bien supremo
de la vida y como vehículo místico en oposición a la concepción obscena y
secreta que la cultura judeo-cristina ha condicionado. Divinidades como Astarte
entre los fenicios, Cibeles entre los griegos, Rea entre los cretenses, eran
símbolos inequívocos del deseo y goce sexual y además divinidades maternas,
solo entendidas en su sentido generativo y protectorio, sin referencia a las
prohibiciones morales conexas con el miedo al incesto.
En
los ritos eróticos los jóvenes se unían al sacerdote o con el hombre que
hubieran elegido y ello constituía un homenaje rendido a la diosa.
Paralelamente las sacerdotisas se unían a los fieles de sexo masculino.
Los
hombres libres de tabú sexofóbico no sólo concebían a la sexualidad como algo intrínsecamente
divino y milagroso sino también como vehículo de experiencias milagroso sino
también como vehículo de experiencias místicas, como una vía para llegar al éxtasis.
Las
mujeres griegas no alcanzaron el estado de libertad y dignidad de las matronas
romanas en la época imperial, su única tarea era procrear, en todo lo demás su
actitud era pasiva y silenciosa. Los hombres de esa élite tan refinada y
evolucionada no experimentaron la atracción psíquica y física que es necesaria
para el desarrollo de un amor completo y profundo y ello dio lugar a la atracción
amorosa hacia los jóvenes más hermosos del mismo sexo por los cuales en general
sentían un amor espiritual. Las únicas mujeres que gozaban de un status y
educación particular eran las heteras.
La
cultura es entonces, la siguiente creativa que hace que los individuos se
constituyan cada vez más como seres humanos; uno de cuyos condicionantes es la
aceptación de que aquello que cada hombre define como realidad no es ni más ni
menos que la más explicita manifestaciones.
La
ética sexofóbica y su evolución
Al
lado de la concepción sagrada del sexo encontramos una contraria que considera
la unión de los cuerpos como una conducta pecaminosa, asociándola con la
vergüenza, la culpa, la repugnancia y el miedo, es en este sentido –tal como
postula De Marchi en el libro mencionado- que la designamos como ética
sexofóbica.
Al
internarnos en la historia de la cultura comprendemos que dichas concepciones
no contribuyeron a la constitución de un individuo sino a la escisión de él. Un
ejemplo de ello nos lo proporciona nuestra heredada moral tradicional, aun
cuando poco a poco admite rever sus postulados aceptando, por ejemplo, el
divorcio, el concubinato, las manifestaciones de homosexualidad.
La
moral es, heredera de la tradición y es el justificativo teórico que utiliza la
instancia prohibidora de la personalidad, el superyó, para imponer el sentimiento
de culpabilidad y viabilizar la aplicación de una pena.
La
ética es una cualidad del yo que se
desliga al abrigo de la conciencia de reciprocidad. La ética, a
diferencia de la moral, es una virtud, y las virtudes describen la fortaleza
del carácter que se adquiere en las experiencias vividas en relación con la alteridad,
y no una caprichosa imposición que desconoce la capacidad racional y electiva
que es característica de la humanidad como potencialidad a desarrollar. El factor
religioso la fuente de la ética y de las costumbres lo discernimos como el
fundamento de la concepción negativa de la sexualidad.
La
sexualidad es presentada como atributo típico y vergonzoso del hombre natural. La
túnica con la que se cubre el clero católico era en las antiguas religiones
frecuentemente un símbolo de auto castración sexual.
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