NOTAS PARA PENSAR EL EROTISMO
DEL EROTISMO: RESTRICCIÓN Y
GENERALIZACIÓN
Sostiene
que la producción del deseo predomina la vista porque es la visión del cuerpo
desnudo lo que enciende las pasiones. Es claro que la vista está inmediatamente
asociada al tacto. Si la visión de un cuerpo atrae y excita es porque es mirada
anticipa el momento en que ese cuerpo será tocado: a la visión del cuerpo
desnudo. De ello se deduce que mirar es un modo de tocar. Que la mirada es ya
el comienzo de la cópula o del deseo de la cópula. La actividad del tacto sería
entonces la predominante, pero ella se completa con la actividad de otros
órganos como el gusto e incluso la audición porque la voz, la risa, y hasta el
llanto, son otros tantos ingredientes del deseo.
El
placer sexual se alimenta de pura sensualidad y por lo tanto excluye toda
actividad intelectual. El placer inteligente o el placer de la inteligencia, se
clasifica como experiencia erótica tendríamos que en esta experiencia la
dimensión intelectual está tan decisivamente presente que el erotismo sería,
básicamente, cosa mentale.
El
erotismo pone en actividad impulsos más variados y, ciertamente, más profundos
y más perturbadores. Las mitologías y las religiones sugieren que la eroticidad
abarca todo lo viviente y que, más allá del deseo de la cópula y de la cópula
propiamente dicha, se trata de un impulso que reúne la vida con la muerte, el
caos con el cosmos y, en el orden social, pone en juego, y antes que nada en
riesgo, la consolidación de ese orden. Dominado por el deseo de ir siempre más
allá, de abrir y atravesar, el erotismo es una fuerza que en última instancia
parece tender a la disolución. Hablar de un erotismo en sentido restringido, es
decir, limitado a la sexualidad humana, y de un erotismo en sentido general que
se extendería a todas las especies y más aun al universo entero concebido o
vivido. Pensando en sentido restringido como lo hemos explicado al comienzo del
presente ensayo diríamos que esa palabra evoca la práctica de la relación
sexual cuyo fin es la obtención de un placer sazonado por ingredientes como
cierta disposición intelectual que hace de esa práctica un motivo de
contemplación y análisis, así como también evoca ciertas formas de ejercer
la relación que se sienten como contravenciones a las formas “normales”.
Se suele ignorar que el uso de la palabra “erotismo” para mentar estas
prácticas “prohibidas” e incluso deliberadamente subversivas, es relativamente
reciente y podría asociárselo al léxico aprendido del psicoanálisis. La palabra
fuera desconocida antes de los trabajos de Freud pero, ciertamente, antes de
estos trabajos se prefería recurrir a un repertorio de expresiones como
sensualidad, apasionamiento, lascivia, salacidad, incluso degeneración.
“Lujuria”, es el nombre de uno de los siete pecados capitales y por ello todo
el repertorio al que hemos aludido tiene como eje la relación paradigmática
entre el vicio y la virtud.
EL
EROTISMO SEGÚN BATAILLE
Bataille
es el primer autor cuya obra está íntegramente consagrada a pensar el erotismo,
desde la más remota antigüedad los pensadores, especialmente os filósofos, se
han preocupado por esbozar una teoría del amor, sino sugerir que ninguno lo había
hecho tan exhaustivamente como Bataille, quien se dedicó a elaborar no solo una
teoría general sino también una antropología y una economía de lo erótico.
Bataille recuerda a los filosóficos de la antigüedad que pensaron el amor como
una fuerza cósmica, fuerza encargada de reunir lo semejante o lo complementario
y asegurar así el equilibrio del universo.
Bataille
coincide con esta versión en cuanto ve al amor como una fuerza universal pero
ya en la manera de concebir esta fuerza. La
sociedad humana, según Bataille, se caracteriza por el sentido de la pérdida y
su preocupación central no es la acumulación sino el consumo, sobre todo el
consumo excesivo e improductivo.
“El
Sol –dice Bataille– da sin jamás recibir” y por lo tanto supone un continuo
aumento de energía distribuida en todas las especies vivientes: de ahí la
lujosa variedad y prodigalidad de especies animales y vegetales. Ahora bien,
de todos los seres vivientes “el hombre es el más apto para consumir,
intensamente, lujosamente el excedente de energía”. El erotismo sería, pues,
en términos generales, el dispendio inútil y lujurioso que sucede a toda
acumulación. El derramamiento, sea de objetos suntuarios, de sangre o de semen,
es lo que toda sociedad humana profundamente busca.
“El
erotismo es la búsqueda del punto en que se desfallece” y “El erotismo es la
afirmación de la vida hasta en la muerte”. También se explica que el erotismo
asocie la destrucción espectacular con la secreta experiencia mística, el
aturdimiento orgiástico con la espera de la herida que atravesará nuestro
cuerpo para unir dolor y goce, la religión y la guerra. La destrucción da paso
a la posibilidad de un nuevo proceso de absorción y retención, la muerte hace
posible que la vida continúe.
El
pensamiento de Bataille trata de centrarse en el paso de la pulsión de la
muerte a la pulsión de la vida, del vaciamiento a la fertilidad.
LA DUALIDAD DE LA PULSIÓN ERÓTICA
Según
Freud, toda civilización se funda en la represión de las pulsiones eróticas.
Esto sería así porque sin esa represión ninguna forma de organización social
resultaría posible ya que la civilización se sostiene en el trabajo y en la
institución familiar. Marcuse, por su parte, alega que la pulsión libidinal no
es por naturaleza una fuerza destructiva del orden social sino sólo de ciertas
formas de organización humana, formas que, desde su particular interpretación
de las teorías marxistas, responden, en lo profundo, a determinados intereses. Según
Empédocles, la mezcla de elementos depende de la acción de dos fuerzas, el Amor
y el Odio, fuerzas que propician la reunión o la separación de los elementos y
hacen del universo un continuo movimiento entre lo uno y lo múltiple.
En
Roma, en las fiestas de las Liberalia, un gigantesco phalus, movido
sobre una carreta presidía jubilosas procesiones, dispendiosas libaciones y
enjundiosas deyecciones. Estas manifestaciones orgiásticas muestran a la
espectacular obscenidad que las caracterizaba como una fuerza irresistible que
se mueve en un doble sentido: por un lado, se conforma como una negación
avasalladora que instala a los hombres más allá de las restricciones del orden
social como si se tratara de un reino de la libertad humana que instala al
cuerpo en el centro de la escena y, por otro, como un retorno a la madurez de
lo natural, al momento de la lujuria floral o de la dehiscencia de los frutos
de la tierra.
El
doble sentido, la dualidad, entonces, consistiría en que si la civilización es
un producto del trabajo y a su vez el trabajo es una negación del orden natural
que da curso a un orden social, el erotismo, que hace que el cuerpo deje de ser
un instrumento de trabajo para ser un instrumento del placer, se constituiría
como una negación del trabajo y por lo tanto, al mismo tiempo, en una
superación del orden social y en una restauración de las pulsiones
primordiales.
EXPRESIONES DEL EROTISMO EN
LA ANTIGÜEDAD
A
medio camino entre la meditación filosófica y la explosión orgiástica están los
dispendios divinos y los violentos o tramposos ayuntamientos así como las
prodigiosas metamorfosis que cunden en la mitología griega en la que Zeus, el
supremo, es dueño de un poder destructor y al mismo tiempo de un furor genésico
que hace de él un infatigable perseguidor de diosas y de ninfas.
Rea,
madre de Zeus, temerosa de las perturbaciones que podía causar la frenética
lujuria de su hijo le prohibió casarse con Hera (a la cual después tomaría por
la fuerza para obligarla a ese casamiento), recibiendo como airada respuesta
una amenaza de violación. Para evitarlo, Rea se convirtió en una temible
serpiente lo cual no amedrentó a Zeus, quien se transformó inmediatamente en
serpiente macho y se enroscó en ella de manera tan indisoluble que terminó
cumpliendo su amenaza.
Daphne
que, huyendo de los deseos de Apolo, se convirtió en laurel en el momento justo
en que este dios (a quien uno podría suponer más mesurado porque, según se nos
enseñó, es el equilibrio y la justeza racional) ya la tenía entre sus brazos.
Daphne convertida en laurel para escapar del asedio de Apolo muestra, de paso,
la continua relación entre el hombre y la naturaleza, o, más bien dicho, la sexualidad
como principio del reino de lo natural. Las prácticas sexuales –desenfrenadas o
disimuladas– así como las obras artísticas y las consideraciones morales o
filosóficas a propósito de las relaciones amorosas continuaron sin
interrupción: como suele decirse, en la literatura –y acaso también en la vida–
hay sólo dos temas o dos heridas predominantes: el amor y la muerte.
EROTISMO Y MUNDO MODERNO: ENTRE
VARIACIONES Y PERMANENCIA
Erotismo
pero que hasta hace poco se concebía como una variante del amor tiene a su vez
varias maneras de manifestarse. Un erotismo de la violencia destructiva, un
erotismo del sacrificio, un erotismo del entusiasmo floral, un erotismo de la
exhibición genital, un erotismo del ocultamiento, un erotismo del llamado, de
la espera y la nostalgia.
El
amor, según ello, no puede darse sino fuera del matrimonio pues, libre por
naturaleza, no puede quedar atado a intereses políticos, o a arreglos
familiares. Pero ese amor ejercido libremente tiene como precio el secreto, las reglas de cortesía
exigen que la relación amorosa, en todas sus etapas, sea estética y noble,
sincera y delicada. El amor es entrega apasionada y asediada por obstáculos
frente a los cuales la pasión no retrocede ni descansa. El erotismo es una cosa
mentale pero también ha dado la posibilidad de que lo que empieza por ser
virtual, de que esos impalpables escenarios de un deseo sin freno, terminen en
realidades flagrantes.
La
seducción a la obsesión lúcida, de la lúcida obsesión a una rigurosa
metodología para que el encuentro tenga lugar y con ello la exhaustiva
satisfacción de ese deseo.
Las pulsiones eróticas han encontrado, como no podía dejar ser, la
manera de sacar partido, abundantemente, del desarrollo tecnológico. Así, si el
erotismo reúne el amor con la muerte, es difícil decir si en el mundo que
vivimos la atracción que ejerce la vida tiene la misma fuerza que la atracción
ejercida por la muerte. Es del todo posible que ya no sea así.
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